Ángel estudiaba con detenimiento los planos que Cristal les había dado. Eran un regalo caído del cielo, y no le quedaba más que admitir que la muchacha tenía talento como artista. Meneo la cabeza con disgusto, era demasiado joven como para llevar cargas tan pesadas sobre sus hombros.
-La mayoría de las oráculos que conozco, corren una suerte parecida.- comentó Emily dejándose caer sobre una silla a su espalda.
-Creí que te habías ido con tú padre- murmuró.
- ¿Y perderme el placer de oír tus maquinaciones de planes casi suicidas?- se burló-. Sin olvidarse de algo que podría hacerte parecer casi humano-añadió con gran enfatización, levantándose de su asiento y acercándose cada vez más. Él retrocedió un paso.- Te preocupas y lamentas por la pequeña de las Laurents, sin apenas conocerla. Increíble ¿No es cierto?- preguntó cínica- Ten cuidado, como sigas así voy a empezar a creer que tienes corazón.
-Cree lo que quieras. Pero aclárame una cosa ¿Nunca te cansas de decir tantas estupideces?- preguntó mientras reagrupaba unos papeles y ponía distancia entre ambos.
-No- respondió con simpleza y una sonrisa coqueta- Tan inapropiadas son mis "estupideces" que consiguen ponerte nervioso. No te imaginas el show que me ofreces.-continuó volviendo a acercarse a él y riendo con sorna-. Y si sigues escapando de mi, vas a quedarte sin habitación para huir- añadió en un susurro.
-Yo no huyo de nadie-gruñó.
Emily lo presionaba. Siempre había disfrutado de hacerlo. Hasta aquel momento siempre se había frenado en cuanto llegaba a un límite, pero esa noche parecía distinta, más confiada. Quizás por saber que necesitaban la colaboración de su padre, o por cualquier otra razón desencadenante. Pero su actitud no le gustaba, le hacía ponerse a la defensiva. Ella buscaba algo de él, no sabía qué. Pero estaba seguro de que no sería bueno que lo encontrara.
-¿Ya te has puesto a la defensiva? ¡Qué reacción más peculiar!
Se alejó de él, concediéndole su espacio. Pero Ángel no se dejó engañar. Fuera lo fuera, lo que Emily Kéldysh quería, aún no había quedado satisfecha. Y estaba seguro de que no iba a desaprovechar aquella oportunidad.
-Sí Cristal te agrada tanto ¿Por qué hiciste que se marchara?- preguntó abstraída mirando los dibujos que hacía poco él mismo había revisado. Una actitud muy poco común en ella. Ahora sí, empezaba a sentirse nervioso. Nada bueno podía salir de aquello.
-¿Estás celosa Emily?- preguntó siendo por una vez el burlador y no el burlado.
-Hinchas demasiado tu ego marinero- replicó meditabunda, sin apartar la mirada de los dibujos- Pues no, no es el caso- respondió acariciando los papeles-. Sin embargo, yo te he respondido y tú a mi no ¿Te habías fijado en ese detalle?- murmuró sin abandonar aquel fastidioso rintintín de su voz.
Ángel volvió a concentrarse en sus papeles, tratando de ignorarla. Pero tardó poco tiempo en darse cuenta de que ella no se cansaría de esperar su respuesta. A veces olvidaba que aquella mujer estaba dotada de una cuantiosa, y ocasiones escalofriante, paciencia.
-Erin se altera demasiado cuando la tiene cerca. El Círculo necesita a su líder en sus cabales, ahora más que nunca. No voy a ponernos a todos en peligro por una chiquilla- respondió exasperado.
Emily asintió, no del todo conforme. Dejó los dibujos en su sitió y se giró para mirarle a la cara, mientras se apoyaba sobre la mesa.
-¿Tú sabes por qué Erin se comporta así con Cristal?
-No- contestó, pero admitía que se moría de ganas por saber de dónde salía tan alta antipatía reciproca. Sobre todo teniendo en cuenta que ambos acababan de conocerse.- ¿Y tú? ¿Lo sabes?
-No.-murmuró-. Está demasiado concentrada en otras cosas, como para prestarle atención a Erin.
-A tu padre no va a gustarle oír eso. Estoy seguro de que desearía que prestases especial atención a la mente de Erin y a la de Damon.
-Te equivocas. Mi padre daría todo cuanto tuviera porque yo pudiese leer la mente de Cristal. Casi no ha pensado en otra casa desde que la vio- informó con tedio-. En eso, y en lo extraño de su árbol genealógico. En los orígenes de las tres hermanas.
No le gustaba que Yerick prestase tanta atención a las Laurent. El excesivo interés de los políticos en algo nunca traía nada bueno.
-Estarás en tu salsa ¿No es cierto, Emily? Intrigas y misterios. Tienes todo lo que más te gusta al alcance de tu mano.
Emily alzó la vista y su mirada era dura e inflexible. Señal inequívoca de que había errado en su comentario. La aludida apretó los puños y la mandíbula. Dio dos pasos en su dirección y golpeó con un puño su pecho. Ángel no había esperado esa reacción y permaneció inmóvil a la espera de que algo más sucediera.
-Así que sabes muy bien lo que me gusta ¿No es verdad?- preguntó sarcástica.- Pues muy bien, voy a decirte lo que no me gusta. No me gusta que un Antiguo se paseé a sus anchas por nuestra dimensión. No me gusta que mi padre ande involucrado en todo este tema ¿Y quieres saber qué es lo que menos me gusta, Ángel?- preguntó, pero ambos sabían que no esperaba una respuesta- No me gustan ni la medias tintas ni las verdades a medias- añadió fría y severa- Y tú te escudas en la aversión que hay entre Erin y Cristal, para no admitir que la echaste porque te recordaba demasiado a Miranda- dijo azuzada por la ira-. Tu hermana- añadió con desazón.
-¿Has acabado?- preguntó con la misma frialdad que le había dado ella y tensándose por completo.
Emily dejó caer su mirada al suelo. Y su pequeño cuerpo tembló, para su consternación. Era la primera vez, en su vida, que veía a una Emily Kéldysh vulnerable. Pero no se ablandó por ello y la tensión no hizo más que aumentar.
-¿Por qué no puedes admitir que la echas de menos, igual que yo?- preguntó en susurró.
Permanecieron en silencio largo rato. Con aquella pregunta colgando en el aire. Entonces Emily retiró el puño de su pecho y sin mirarle, se fue.
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