miércoles, 25 de abril de 2012

Capítulo 4: Interludio.

 Caroline llegó arrastras a su cuarto y se tiró en la cama, eran las 8:30 de la mañana, disponía de apenas unos minutos para descansar, si quería coger el autobús de Grayhound a Bangor, para comprobar que Cristal aún estuviese allí, cosa que dudaba.

 Cerró los ojos y, sin darse cuenta, evocó el recuerdo de su beso con el desconocido vampiro. Aún se asombraba al pensar que el hielo se había roto. Había sido tan inesperado que solo había podido corresponderle, sin saber bien que pensar o como actuar, hasta que se perdió tanto en las emociones que incluso había olvidado como tener miedo. Sin duda esa había sido la causa de la ruptura del hielo, la falta del miedo.

 Sin embargo, debía confesar que, lo que había conseguido que se quedase anonadada, en cuanto se separaron sus labios, fueron los ojos del vampiro, pues en su iris se reflejaba pequeñas explosiones de distintas tonalidades de dorado en movimiento, que la fascinaron de inmediato.

 Se habían quedado mirándose el uno al otro durante unos segundos, hasta que ella vio necesario señalarle el cielo, pues sabía que no se encontraba en condiciones de hablar, y marcharse. Lo más inesperado de todo había sido que él la había dejado marchar con vida. Por eso no había mirado atrás, había echado a corre al doblar la esquina y no había parado hasta llegar a su casa, no tenía intención de saber si cambiaría de opinión.

 Escuchó el despertador y a regañadientes fue a arreglarse. Por rutina, dejó entrar en su mente visiones de lo que le depararía el futuro, y lo que vio la sorprendió, pues el vampiro que había rondado sus pensamientos estaría de nuevo en apuros. Sonrió y decidió que ya que la había dejado con vida, podría salvarlo otra vez. Se deleitó con la idea de parecer una heroína, aunque sabía que no lo era. Una herida del pasado se abrió en ese momento dejándole un dolor ya conocido, pero amargo. Agitó la cabeza y continuó con su inspección rutinaria del futuro.

 Se encontró con que lo que recibiría a cambio esta vez no sería un beso, sino su nombre, Damon. No pudo evitar preguntarse cómo reaccionaría al descubrir que ella ya lo sabía, y a partir de ese momento la sucesión de imágenes fue tan inmensa y abrumadora que ni siquiera podía seguirla. Abandonando abruptamente su búsqueda, parpadeando hasta que su visión se ajustó a la realidad se dispuso a cambiarse de ropa.

 Remolona, con la certeza de que su viaje a Bangor sería inútil y que volvería antes de la caída de la noche, salió a la fría calle de Boston. En la que vivía temporalmente, y cuyo nombre aún no se había aprendido. De soslayo miró al cielo, iluminado por los radiantes rayos del sol. Emprendió su camino sabiendo que su noche no sería nada pacífica.

domingo, 22 de abril de 2012

Capítulo 3:Frustrado.

  Dejó caer a su presa, flácida y sin fuerzas pero anhelante de deseo. Ese era el efecto que sufría un humano, cuando un vampiro se alimentaba del. Deseo, lujuria, anhelo, como si no pudieran vivir sin ello. El mejor de los afrodisíacos, siempre y cuando el humano no ejerciera resistencia. En cuanto, la conciencia humana sufría cualquier tipo de rechazo, los devastaba el dolor, y había que admitir que era una cruel forma de tortura y en ocasiones una muerte infame.

 Mirando a su presa, admitió que le hubiese gustado complacerla, pues era bonita y acrecentaba su deseo ya encendido por otra,  pero el sol estaba a punto de salir y tenía prisa.

 Damon dirigió una mirada de desprecio al cielo, pues siempre había sentido que limitaba su libertad, de inmediato, le inundó el recuerdo de la joven rubia y esbelta que le había salvado la vida esa misma noche. Irritado, apretó los puños y descendió por los suburbios de Boston hasta llegar al Turva*. Detestaba la idea de ser salvado, era un vampiro y no uno cualquiera, sino que era temido por la gran mayoría de la sociedad vampírica. El era un Zero, capaz de someter a vampiros, oráculos o humanos y esclavizar su alma y su mente, pudiendo alimentarse de ellas si así lo quisiera. No necesitaba que nadie cuidase de él, y mucho menos una insignificante oráculo que a penas podía controlar sus poderes.

 Llegó al piso de Dante y su compañera Xena, las únicas personas en las que confiaba. Sabía que debía ir al edificio del Consejo  y presentar un informe sobre lo ocurrido esa noche, pero no era el momento adecuado, la ira acometía en sus entrañas y no aguantaría ningún reproche. Subió por las escaleras para relajarse un poco antes de entrar en la casa de Dante, había conseguido concentrarse en el asunto que lo había llevado hasta allí. Xena abrió la puerta justo antes de que él tocase el timbre.

 - He sentido tu aura- dijo la pequeña compañera de su amigo, a modo de explicación y acto seguido lo dejó pasar.

 Asintió con la cabeza y buscó a Dante con la mirada. Lo encontró apoyado contra el marco de la puerta más cercano. Parecía serio, a pesar de tener su habitual apariencia de adolescente rebelde, con el pelo rubio revuelto y sus ojos castaños que endulzaban sus facciones.

 -La has asustado- murmuró, y le lanzó una mirada cargada de frialdad.

 Alzó una ceja, siempre se olvidaba de que Xena tenía el poder de captar el aura o las emociones de los demás. Era una oráculo, humanas con poderes que pocas veces eran útiles, protegidas por los vampiros pues eran las únicas que podía dar a luz a sus hijos gracias a los enlaces de sangre. Se dio la vuelta y observo a Xena indefensa y pequeña, con el cabello castaño atado en una coleta alta, que lo miraba con consternación.

 -Lo siento- susurró ella.

 -Eso debería decirlo él cariño, y no tú- irritado Dante se dirigió a su esposa y le paso el brazo por encima del hombro.

 -No puedo evitar sentir rabia, cuando han saboteado mi reunión con el Círculo.

 -¿Quíen?-preguntó Dante algo más calmado pues sabía que era lo más parecido a una disculpa que Damon había pronunciado en su vida.

 -No lo sé.

 Ambos se dirigieron al despacho de Dante, que se despidió con un beso en la frente de su mujer. Cerraron la puerta y Damon resumió escuetamente lo sucedido.

 -¿Crees que el derrumbamiento fue provocado para que no te pudieses reunir con el Círculo?- preguntó Dante pasandose la mano entre el pelo ya revuelto.

 -Sí, a muchos miembros políticos no les conviene nuestra posible asociación.

 -¿Y han querido evitarla provocando la caída de un edificio?- preguntó escéptico.

 -Piénsalo, no han tenido tiempo suficiente para planificar algo mejor, apenas hace unas horas que se ha decidido el encuentro. Pretendían ganar tiempo.

 -Sí les temen en porque saben algo del Antiguo ¿no es cierto?, y ¿cómo has hecho para salir de ese edificio sin un solo rasguño?

 Damon le lanzó una gélida mirada cargada de ira y rabia, como si Dante acabase de pronunciar la  más terrible de las blasfemias.

 -Sí, lo mas probable es que estén implicados en el asunto del Antiguo, o como mínimo sabrán como a llegado hasta aquí o por qué.

 Guardaron silencio, Damon trató de serenarse, no era momento para enfurecerse, la situación era complicada.

 El Círculo era una asociación creada hacia siglos, por nada menos que  la primera generación de vampiros. Hijos de las criaturas que cruzaron el portal interdimensional, los llamados Antiguos. Bestias con una fuerza mil veces superior a un vampiro. En su tiempo habían provocado masacres  entre los humanos, perdidos en una cegadora sed de sangre. Aunque  pronto aprendieron a protegerse de la luz del sol, pues era lo único en esta dimensión capaz de hacerles daño.

 El Círculo había sido forjado para destruir a aquellas criaturas, ya que de lo contrario habrían acabado con esta dimensión, tal y como hasta hacia poco se creía que había acabado con la suya. En aquel entonces se habían ocasionado grandes batallas en las que el Círculo había salido vencedor, aunque con muchas bajas, y se había creído que habían acabado con todos, hasta ahora.

 Damon aún no sabía como, pero hacía unos meses había aparecido un Antiguo y el Círculo, hasta entonces reducido a la tarea de eliminar a los vampiros renegados, se había movilizado de inmediato, demostrando a muchos que no había perdido su poder. Él había sido llamado por el Consejo para una reunión en la que se intentaría realizar una posible alianza entre el Consejo y el Círculo, hecho verdaderamente insólito pero necesario si querían acabar con el Antiguo. Sin embargo, no todos estaban a favor de esta unión. El Consejo dirigía el Turva o célula de residencias para vampíricas, para mantener su existencia en secreto. Además tenían información y recursos que el Círculo necesitaría tarde o temprano.

 Habían frustrado sus planes y ahora le debía su vida a una simple oráculo, rubia y pequeña, era ridículo. Decidió que en cuanto se hiciera de noche volvería a tratar de reunirse con el Círculo, pero esta vez tendría que ser más cuidadoso.


*Turva (del finlandés): Refugio