Además necesitaba sentir el
frío que recorría las calles de Boston calando en sus huesos, para poder
despejar su mente, de toda la nueva información adquirida. La situación había
dado un giro de 180 grados en un muy breve lapso de tiempo. Ni si quiera sabía
que pensar acerca de Malcolm. Desde luego necesitaba poner en orden sus ideas.
Pero antes saciaría su curiosidad sobre el extraño comportamiento de
la pequeña oráculo que lo guiaba por los pasillos.
-Tú y Alison no
os lleváis bien- afirmó.
Caroline lo miró
desconcertada, saliendo lentamente de sus ensimismados pensamientos,
pero pronto recuperó la compostura.
-Muy observador- comentó
sarcástica.
Damon no se inmutó por el
tono cortante de su voz.
-¿Por qué?
Caroline guardó silencio y
su rostro se ensombreció.
-No todos los hermanos se
llevan bien.- respondió algo tensa, pero con una voz totalmente desprovista de
emoción, sin duda tratando de conseguir el mismo efecto que su hermana menor-.
Y bueno, nosotras dos somos de ese tipo de hermanas.
-Pero no siempre ha sido
así ¿Verdad?- preguntó, y por la expresión del Caroline supo que había dado en
el clavo-. Estáis demasiado compenetradas, no puedes negarlo.
Llegaron a la salida y
Caroline introdujo la clave que ordenaba la apertura de la puerta. Damon
frunció el ceño, lo más probable es que era que conociera todas las claves de
la base y el Círculo no tardaría en
darse cuenta de ello. Se preguntó cómo podría perjudicarla, qué clase de medidas
tomaría Erin.
Una suave brisa llegó hasta
ellos, acariciando sus cuerpos y sacándolo de sus pensamientos. Damon
se sintió agradecido por el frío, mientras su cuerpo clamaba porque saliera de
caza.
Pero antes de ceder a la
necesidad, cogió a Caroline del brazo y la acorraló contra el marco de la
pared, harto de su silencio. No entendía por qué le daba tanta importancia al
asunto, pero a esas alturas le daba igual, quería respuestas y las obtendría.
Caroline se quedó
totalmente quieta ante él, con los ojos muy abiertos por la sorpresa y
conteniendo el aire con fuerza en los pulmones.
-¿Por qué? ¿Qué pasó para
que os dividierais?- preguntó mientras veía cómo la mirada de Caroline se
ensombrecía poco a poco.
Ya no parecía verlo a él,
sino que parecía inmersa en sus recuerdos. Se preguntó si ella sería capaz de
responderle, pues incluso parecía que se hubiese apagado la vida en ella por
culpa de su pregunta. Casi se arrepintió de haberla formulado.
-Pues ella... digamos que
ella no confía en mí- respondió, no le temblaba la voz, pero al contrario que
de costumbre no le miraba a los ojos. Era más de lo que él había esperado.
-No lo parece- dijo
arrastrando cada palabra, de hecho lo que decía parecía una incongruencia.
Caroline que hasta el
momento había permanecido en una especie de trance, reaccionó como si le
hubiese tirado un balde de agua fría a la cabeza. Estaba seguro que de
haber podido habría retrocedido ante sus estoicas palabras.
Ahora volvía a mirarlo a los ojos, pero no logra interpretar su expresión.
-Las cosas no siempre son
lo que parecen.
Damon dedujo de la
inflexión de su voz que no era el momento adecuado para presionarla más, pero
no lo dejaría correr. Caroline aprovechó su silencio y se escabullo de la
prisión de su cuerpo. Se colocó bien la ropa y se fue. Damon la observó
mientras su figura se perdía por los pasillos. Inspiró con fuerza salió por la
puerta.
Se adentró en las calles de
su ciudad. Famélico con la imperiosa necesidad de nutrir su cuerpo, y deseando
apartar de su mente los vigorosos ojos azules que le retaban a cada
instante.
No tardó mucho en localizar
una presa, dos jóvenes caminaban por una de las peñas callejuelas desoladas
de Boston. Ataviadas con tacones y vestidos cortos, probablemente en
su camino de regreso a casa. Frente a él jugaban con un tapón de alguna botella
que había en el suelo, pasándoselo como si se tratase de un balón
de fútbol.
Hasta él llego el sonido de sus risas y el olor amargo del
alcohol. Frunció los labios en una mueca de disgusto, pero no era momento para
ponerse melindroso con el sabor de la sangre. Necesitaba curarse y cuanto antes
mejor. Se acercó sin hacer ruido a la más alta de las dos muchachas y se
concentró en hacerle sentir su presencia.
De inmediato la chica dejó
de jugar con su amiga y ojos se clavaron en él, recorriéndolo con la mirada de
arriba abajo. No le fue difícil incendiar su deseo, era algo innato en su
especie.
Desde la escasa distancia
que los separaba podía oler su humedad, y eso le arrancó una sonrisa arrogante
del rostro mientras daba los últimos pasos hacia su ella.
La otra chica se acercó a
su amiga con una mirada desconfiada y algo confundida por su causa.
-Wanda ¿Le conoces?- le
preguntó a la chica que seguía mirándolo con un deseo casi enfermizo en los
ojos habiendo sido doblegado su espíritu.
-¿Wanda?-marcas de
preocupación surcaron el rostro de la insidiosa muchacha que se interponía en
su camino.
-¡Ven conmigo!- ordenó
agarrando por las muñecas a su presa, que le sonreía con deleite por su
contacto, y se dirigió a uno de los más oscuros callejones de la sinuosa
ciudad.
-¡Wanda!
De pronto sintió que algo
tiraba de la muchacha, con una fuerza insignificante pero molesta. Se dio
vuelta y vio como la otra chica agarraba a su amiga del brazo y tiraba de ella
con todas sus escasas fuerzas. La ira se hizo presente en él.
-¡Wanda no puedes irte con
él! Ni si quiera le conoces ¡No puedes dejarme sola! Wanda, por favor
reacciona.
Más que harto de la
intervención de esa mocosa, le mandó una orden mental para que se callara y se
marchara a casa, tan fuerte que poco le faltó para desintegrar su cerebro. Ella
se quedó totalmente en silencio y emprendió su camino de vuelta a casa, tal y
como él le había ordenado.
Gruñó furioso consigo mismo
por su pérdida del control, que tanto le caracterizaba. Sabía que para calmarse
necesitaba sangre y no perdería más el tiempo. Había ignorado
con éxito sus heridas estando la base del Círculo, no queriendo
mostrase débil ante nadie y se había valido de sus dotes psíquicas para
eso, lo que muy perceptivamente le había valido un precio. Ahora necesitaba
curarse y serenarse, antes de hacer algo de lo que se pudiese arrepentir.
Llegados al
callejón atrajo a la esbelta muchacha a sus brazos
y enterró el rostro en su cuello. Aspiró el aroma de la joven que
para su deleite no usa colonia y sintió crecer sus incisivos. Lamió con
presteza la zona más sensible de su cuello, dónde latía con fuerza su
vulnerable vena. Ella se estremeció entre sus brazos y el colocó sus dientes
sobre su fina piel alargando el momento esperado. La muchacha se acercó más a
él haciendo que sus senos se presionaran contra su abdomen, y él la mordió con
fuerza. La sangre inundó su boca y descendió por su garganta mimando su cuerpo,
curando sus cicatrices y aumentando el tamaño de su miembro.
La mujer gemía de placer y
él estaba muy dispuesto a colmarla con su masculinidad. Apretó sus caderas
contra las de ella y con deleite escucho como ella contenía el aire y
silenciosamente le pedía más. Pero eso no fue lo único que oyó, su agudo oído
identificó otro sonido, uno que no debiera estar ahí. Lo confundió en
principio, pero luego llegó hasta él el olor del Círculo, y maldiciendo para sí
retiró los incisivos del cuerpo de la hembra, que protestaba clavándole las
uñas en el pecho. Pasó su lengua por las pequeñas hendiduras que
había dejado en su cuello cerrándolas sin dejar cicatriz. No sin
esfuerzo, la dejó contra la pared y le insertó la orden mental de que volviese
a casa en cuanto fuese capaz de moverse.
Se centró en sus sentidos y
furioso se dirigió hacia el siguiente callejón, aquel
del cuál procedía el sonido que hacía apenas un momento había
calificado como errático. El sonido de la lucha.
En circunstancias normales lo habría dejado correr pero quería estar
al tanto de todos los movimientos de Erin, y este era quien encabezaba
el enfrentamiento. No le cabía la menor duda.
Lo encontró, en seguida en
pleno combate contra dos renegados. A su pesar, admitió que acercarse allí era
innecesario, pues era lo que se suponía que hacía el Círculo proteger al mundo de los renegados.
Pero aún así decidió quedarse a observar su forma de lucha, tal vez algún día
llegaran a enfrentarse. Mientras acaba con ambos contrincantes Damon se fijó en
que Erin era zurdo y trataba de que no le tocasen el costado derecho,
frunció el ceño mientras lo observaba cruzado de brazos contra una pared.
Cuando los dos renegados
acabaron yaciendo muertos en el suelo, otros cuatro aparecieron para
reemplazarlos. Damon sabía que ese no era un comportamiento normal en esas
desgraciadas criaturas, y no le costó entender que se trataba de una emboscada.
Sin embargo, permaneció en la misma posición, muy seguro de que Erin se
ofendería si osaba intervenir.
Minutos más tarde un
renegado impactó contra su pared. Despreocupado se acercó hasta este y le
arrancó la cabeza de cuajo. Sin nada más que hacer se limitó a esperar
y mientras lo hacía comenzó a lloviznar. La reconfortante humedad lo
envolvió haciendo más amena su espera.
Pronto Erin se colocó
frente a él, y su mirada le confirmó que aquello no había bastado para aplacar
su ira por completo. Damon tuvo que esforzarse por no sonreír seguro
como se sentía de que esa ira se debía más a la pequeña Cristal que a cualquier
otro problema que tuvieran entre manos. No sabía a qué se debía tanta
hostilidad entre ambos, pero se entretenía a su costa.
-Tenemos que hablar-
comenzó el líder del Círculo.
Damon se limitó a asentir y
ambos emprendieron el camino de vuelta a la base.
-No me gusta está alianza-
continuó al cabo de un rato. Damon estaba de acuerdo con él, le gustaba hacer
las cosas a su modo, disfrutaba de su independencia y odiaba tener
que adaptarse al Círculo, pero no tenían otra alternativa y
ambos lo sabían- ¿Qué vamos a hacer cuando tengamos la dichosa runa?
-Cerrar el portal.
-No creo que sea tan
sencillo cómo desearlo.
-Yo tampoco. Pero Cristal
no ha dicho cómo tendríamos que hacerlo.
El humor de Erin se tornó
todavía más nefasto si cabía.
-¿No te molesta depender de
ella?- preguntó dejando traslucir mucha frialdad en su voz. Damon no se
amilanó.
-No tanto como a ti.
Se hizo entre ellos un
silencio cargado de una tensión que inundaba su atmósfera, mientras continuaban
el curso de la siguiente calle.
-Tengo mis razones.
Damon le dirigió una mirada
inquisitiva, pero la implacable expresión del vampiro que se encontraba su
lado, le hizo saber que no debía meterse en sus asuntos. Poco
después llegaron a la base envueltos en un profundo
e imperturbable silencio.
-Quiero usar una de las
salas de entrenamiento.
Erin asintió.
-Enviaré a Luca para que te
guía hasta alguna.- y acto seguido se marchó, volviendo a su mutis anterior.
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