viernes, 5 de septiembre de 2014

Un giro inesperado

Dragones a eso se resumía todo. Seis Dragones, seis países que constituían un continente, dedicado a venerar a los que antaño fueron grandes bestias que surcaron cielos, y ahora no eran más que piedras. Piedras a las que la gentes de  aquellos lares entregaban sus vidas entre ruegos, suplicas y clemencias que en su mayoría eran desoídas. Pues de todos era sabido que corrían tiempos de penurias e injusticias.

Kalia detestaba todo aquello, para ella lo único que les habían dejado los Dragones eran Dognes. Unas criaturas en apariencia humanas que podían adoptar la forma de los Dragones de la región en la que nacían. Unos tiranos en su opinión, que se aprovechaban de su familiaridad con las místicas criaturas que los caracterizaban para tomar todo lo que deseaban, sin importar las consecuencias de sus actos. Ella no sabía cómo eran las cosas en los demás países, pero en Feuer; tierras del Dragón del fuego, los Dognes no eran más que un puñado de arrogantes que miraban, a todos los que no eran como ellos, con superioridad y desprecio. Sabía poco de los demás países pero no creía que fuese muy diferente.

Sin embargo ella no estaba dispuesta a ser pisoteada, ni mucho menos vendida como una vulgar mercancía, tal y como pretendía hacer su tío. Quería casarla con un Dogne, propietario de una de las pocas tierras prosperas de Feuer, pues allí no había más que volcanes y desiertos, a excepción de unas cuantas extensiones de tierra que valían pena. Por supuesto no se encontraban en mano de pueblerinos y mercaderes. De ahí que la práctica del matrimonio por conveniencia fuera tan acuciada en aquel lugar.