Dante cerró la puerta tras de sí, y se sintió aliviado al comprobar que la habitación no era tan blanca como la anterior, o al menos como lo había sido la anterior antes de que las muchachas decidieran destrozarla.
Esta era una habitación muy amplia con las paredes de un color crema. La entrada era algo muy parecido a una pequeña salita de té, con una diminuta mesa central y dos estrechos sofás a cada lado. En un lateral se hallaba un arco con una puerta metálica de rizo, que Dante consideró que era más adecuada para un jardín que para un dormitorio, cerrada. Entre los huecos del rizo se podía ver una inmensa cama cuyo cabecero de madera tenía intricados dibujos y grabados que le hicieron abrir los ojos como platos, a su impresionable compañera le hubiese gustado. Sonrió sin poder evitarlo y se permitió imaginar sus suaves facciones japonesas rebosantes de ilusión, pero solo fue un instante pues enseguida recordó que ese día la dejaría sola y no le gustaba esa perspectiva, mucho menos sabiendo que ella estaba embarazada y en su último mes de gestación, lo que lo ponía verdaderamente nervioso.
Abrió la puerta y se adentró en la estancia buscando a la pequeña, a la cual tenía que interrogar. Para su disgusto la encontró acurrucada en la esquina opuesta a la cama, entre un montón de cojines rojos y negros, mientras se retorcía y se abrazaba al único cojín blanco que había. Tenía la piel empañada de sudor y había apoyado la cabeza en la rodillas, de modo que su melena le tapaba casi toda la cara, pero lo que más le sorprendió a Dante fue que aunque sumida en su evidente dolor la muchacha no emitía ni un solo ruido.
Él no supo cómo reaccionar, quería acercase a ella para averiguar que le pasaba, pero ella no había advertido su presencia y tal vez se asustase al verle, cosa que era lo último que quería. Sin embargo, al instante lo dominó un instinto protector que lo obligó a arrodillarse junto a ella y apartarle un mechón negro caoba de la cara. La muchacha alzó la cabeza y lo miró sin rastro de miedo, pero la angustia que encontró en sus grandes ojos azules le atravesó el pecho. Nada en ella reflejaba tan bien su dolor como las profundidades de sus ojos, que parecían tener un efecto hipnótico en Dante.
-¿Qué te pasa?- preguntó con voz ronca, apenas consciente de que era él quien pronunciaba aquellas palabras.
-Estoy bien- respondió ella en un susurro quejumbroso-...o al menos sé que lo estaré, en breve.-fue una promesa, o al menos Dante se lo tomó como tal.
Su mano descendió lentamente por su mandíbula marfileña y rozó con toda la suavidad que pudo los labios enrojecidos de la pequeña, mientras sus yemas memorizaban la sensación de su contacto. Su piel ardía como si de fuego se tratase por lo que Dante dedujo que tenía fiebre. Levantó su pequeño y ligero cuerpo, la acomodó entre sus brazos y la llevó hasta la cama, dónde la depositó con toda la delicadeza que le fue posible y soltó el aire que inconscientemente había retenido en sus pulmones. La contempló durante unos instantes, admirando la quietud de la muchacha que volvía a estar tan silenciosa como la había encontrado. Se sentó a su lado y esperó a que cumpliera su promesa.
Después de dos horas mirando la pared a la espera de que Cristal reaccionara Dante empezaba a perder la paciencia. Había hecho una lista de cosas que debía preguntarle, pero aún no sabía por dónde empezar.
Una mano se posó en su brazo, cálida y suave, pero el contacto hizo que le recorriera un escalofrió. No se movió, esperó hasta comprender que ella no haría ni diría nada más. Giró la cabeza hacia ella y la miró expectante, su cuerpo aun le daba una apariencia frágil, tanto que parecía a punto de romperse en mil pedazos con la más leve presión, pero sus ojos solo mostraban fortaleza y le decían que estaba preparada y alerta para ser sometida a cualquier tipo de interrogatorio. Dante se inquietó, no esperaba encontrarla a la defensiva después de lo ocurrido.
-Ya estás bien-no era una pregunta y por lo tanto ella no contestó- ¿Qué te pasaba?
Ella se limitó a mirarlo sin ningún tipo de emoción en la cara, parecía como si no hubiese entendido sus palabras, pero eso no le importara y tenía la expresión sincera de un niño que contemplaba todo por primera vez. Resignado Dante decidió centrarse en el motivo por el que ambos se encontraban allí.
-¿Por qué estabas en el taller a esas horas de la noche?- preguntó con la suficiente firmeza en su voz como para hacerle saber que no aceptaría su silencio como respuesta.
-Iba a casa de Caroline-respondió Cristal sin cambiar su expresión.
Dante no sabía por qué pero la creía, era totalmente ridículo, el taller estaba lo suficientemente alejado de la ciudad como para que muy pocos se atrevieran a pasar por allí y mucho menos estando solos. Las casas habitadas empezaban a una distancia considerablemente lejos. Se sintió estúpido al creerla solo porque la expresión sincera de su rostro no había variado en ningún momento.
-¿Por qué elegiste ese camino?- preguntó lo suficientemente irritado como para recordarse así mismo que la chica no había hecho nada para que él perdiera los estribos.
-Porque por allí casi no pasa gente.-la simpleza de su respuesta lo impactó, ¿acaso la muchacha temía que la reconocieran? arqueó una ceja dorada.
-¿Quién eres?-preguntó muy serio.
Ella inclinó la cabeza y parpadeó varias veces antes de retirar su mano del brazo de Dante y colocarla junto al edredón. Dante por su parte seguía minuciosamente cada uno de sus movimientos. Cristal paseó la vista por la habitación pero era obvio que no le estaba prestando ninguna atención al decorado, Dante entendió que simplemente trataba de reorganizar sus ideas y cuando terminó, bruscamente giró la cabeza en su dirección y lo sometió a un largo escrutinio.
-Para los vampiros que os apoyan, a Damon y a ti, soy un arma o una especie de ordenador muy valioso, para Caroline y Alison soy su hermana, para el Círculo un problema y para ti una desconocida-respondió Cristal con calma y voz pausada-... pero yo solo soy yo, Cristal Laurent.- terminó y esperó en silencio a la siguiente pregunta.
Dante comprendió entonces que la chica estaba haciendo un gran esfuerzo por ser totalmente sincera en sus respuestas y no pudo evitar preguntarse por qué.
-¿Cómo sabes quienes son los vampiros que nos apoyan a Damon y a mí?-era solo una de las miles de preguntas que se habían acumulado en su cabeza, después de la estrafalaria respuesta que le había dado a una pregunta que él había catalogado como simple.
-Tal y como sé porque tienes una cicatriz va desde tu hombro izquierdo hasta el final de tu columna, como sé que conociste a Damon dos años antes de que este asesinase a su madre y todo lo que ha ocurrido en tu vida desde el momento en que dijiste tu primera palabra hasta ahora, porque lo vi.
Su mirada se había quedado totalmente vacía, mientras que sus palabras dejaron tan atónito a Dante que se creyó fuera de sí, en su cabeza bullían miles de preguntas y la apremiante necesidad de encontrar respuesta. Sí su hermana era la mitad de misteriosa que ella no era de extrañar que Damon estuviera tan interesado en ella. Al recordarlo lo abordó deber de defender a su amigo.
-Damon no...
-Lo sé- acortó ella tajante- lo he visto desde sus ojos y desde los tuyos, a mi no tienes que decirme que no fue culpa suya... aunque quizá a él sí.
-Ves el pasado.-fue lo único que se le ocurrió decir, su mente era un hervidero de ideas que no lograba poner en orden y le costó más de lo que pensaba elegir la siguiente pregunta-¿Por eso estabas así cuando te encontré?- solo recibió silencio ante esa pregunta, de pronto se le ocurrió algo que antes había pasado por alto- ¿Ver el pasado duele?-le sorprendió oírse preguntando aquello.
Esta vez Cristal decidió dejarse caer lentamente contra el cabecero de la cama y cerró los ojos antes de contestar a su pregunta.
-Esta noche he conocido a cinco vampiros, tú has vivido 365 años y eres el segundo más joven-hizo una pausa para coger aire y volvió a abrir los ojos- añádele ahora a mis dos hermanas, 7 vidas, son muchas vidas.
Guau, alucino... Qué final tan impactante, pobre Cristal, me da mucha pena :( Tiene que estar agotada!!
ResponderEliminarEspero que sigas pronto, Angie! :)Te quiero :)
Si que esta agotada pobrecita mia u.u y escribire lo prometo lo que pasa es que me da pereza en verano u.u lo se no tengo remedio...
EliminarSiguiente porfa, me h gustado mucho, pero me he liado al final, ¿como que siete vidas? Jaja; si, lo se, soy un poco corta.
ResponderEliminarUn besito.
Las siete vidas de las siete personas que había en la sala. La pobre Cristal tiene que soportar un mundo de recuerdos que no son suyos :S
EliminarJajaja ya te respondio Tati, me alegro de os guste, y si la pobrecita tiene que soportar los recuerdos de todas esas vidas y aparte la suya propia que no es un camino de rosas pobriña u.u
Eliminar