miércoles, 13 de abril de 2016

El Iniciado III

I wanna taste the way that you bleed, oh
You're my kill of the night.
Kill of the night de Gin Wigmore




El frío acariciaba su piel, cubierta solo con una fina camiseta blanca, cuando sintió el agua corriendo por su cara y despertó alarmado. Estaba empapado y desconcertado. Se encontraba en una celda hecha de piedra, en la que tan solo entraba una tenue luz, que era más que suficiente para ver a Roxanne. Detrás de los barrotes, lo observaba divertida, sus rizos sueltos caían sobre sus hombros, y un delatador cubo vacío yacía entre sus manos.

-Al fin despiertas bella durmiente. Llevas dos días dormido.

-¿Dónde está Tarah?- preguntó levantándose con pesadez, sin hacer caso a los tirones que sentía en el centro de su cabeza.

- Es curioso que te acuerdes de ella tan solo después de haberla matado- replicó en vez de contestar.

-Hija de...- rugió furioso lanzándose contra los barrotes, pero no pudo terminar de pronunciar el insulto. Había sido demasiado imprudente al acercarse tanto, y ahora Roxanne lo sujetaba por la garganta levantándolo a varios centímetros del suelo, desafiándolo con la mirada a que continuar- ¿Qué habéis hecho con ella? ¿Por qué estoy aquí?-Consiguió preguntar mientras trataba de zafarse de su agarre, arañando sus finas manos. Sorprendentemente le dejó caer con una mueca, demasiado cerca de ella, separados solo por la presencia de aquellas barras de metal.

-Porque eres peligroso- contestó deslizando la mano rasguñada a lo largo de abdomen mojado, mientras lo devoraba con una mirada cargada de un deseo, que le hizo temblar.- Yo de ti, me olvidaría de hacer más preguntas. Tú has confiado en nosotros, sólo porque una chica bonita te ha dicho que es como tú. Y entre nosotros.- Añadió con un burlesco tono confidencial-. Esa, no ha sido la mejor de tus ideas.- Recalcó mientras le clavaba las uñas, recordándole que no debía protestar-. Harán con ella lo que tengan que hacer.

Tras eso, comenzó a marcharse, mientras el miedo y la agitación calaban hondo en sus huesos. No podía creer lo estúpido que había sido.

-¿QUÉ LE VAIS A HACER?- gritó desesperado, golpeando los barrotes con todas sus fuerzas- ¡Respóndeme!- rugió furioso.

Pero ella ya no estaba allí, se había ido. Frustrado golpeó el metal con rabia y se dejó caer contra el suelo, sin poder evitar las lágrimas de frustración que corrían por su rostro. Lo hacía todo mal, y Tarah no paraba de pagar las consecuencias, una y otra vez. Era patético. Lo único que lograba hacer por ella, era llorar sin consuelo, como cuando era un niño. Por un momento, se permitió vagar por los recuerdos de su pasado y vio a su madre agachada junto él, acariciándole la cabeza. Diciéndole algo agradable sin duda. Un susurro invadió su mente "No llores cariño, busca una solución".  El tiempo se detuvo para él, había sido tan real como si su madre hubiese estado allí en ese instante. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, y solo el rápido martilleo del corazón en su pecho lo sacó de su estupor. 

Una furiosa determinación se apoderó de él. Se levantó y observó la pared de frente, mientras se secaba el rastro de lágrimas que perduraba en su rostro. Sin duda, aquellos barrotes estaban hechos para que él no pudiera destruirlos. Pero, ¿Sería lo mismo con la pared de piedra? ¿Cuán fuerte era ahora? Creyó que era el momento adecuado para descubrirlo, y con ímpetu palpó la pared, buscando algún desperfecto del cual pudiera aprovecharse, y encontró unas cadenas adheridas a la piedra. Sin pensarlo dos veces, tiró de ellas hasta se soltaron de la pared dejando en su lugar un surco del tamaño de un puño. Casi no podía creerlo, pero no se permitió tener esperanzas, aún era muy pronto para cantar victoria, y ya se había llevado demasiadas desilusiones. 

Con un poco de esfuerzo, consiguió meter la mano a través del agujero. Cogió aire, preparándose para usar toda su fuerza, y a continuación tiró de la pared con todas sus ganas. Al principio, no creyó que fuera a servir de nada, pero poco la pared fue cediendo. No daba crédito a lo que veían sus ojos, pero era cierto, la pared se estaba cayendo. Con un gran rugido nacido de su pecho, consiguió derribar la pared de piedra. La ruptura originó un enorme estruendo, mientras miles de rocas de diferentes tamaños caían a sus pies y el polvo lo envolvía todo. Poco a poco, consiguió vislumbrar un hueco lo bastante grande para poder salir de su prisión. Respiró con fuerza y tosió llevándose una mano a la boca para protegerse del polvo.

Salió de allí avanzando por los corredores del norte, y se encontró con la primera patrulla de guardias. Uno de ellos armado con una enorme hacha, lo atacó. Instintivamente, atrapó el brazo armado, y clavó el hacha en la pared. Justo entonces pateó la rodilla de su agresor, y el crujido de ruptura atravesó la cueva, acompañado por el grito de dolor del guardia. Antes de que el hombre pudiera reaccionar ya le había hundido la tráquea y no respiraba. Sus ojos se apagaron al igual que su vida.

El compañero de este, se lanzó contra él armado con unas dagas, dispuesto a clamar venganza. Él estiró el brazo y agarró su cabeza golpeándolo contra la pared opuesta. Horrorizado vio como el cráneo de este estallaba, no dejando más que una viscosa masa pastosa entre sus manos. Permaneció en shock un instante al darse cuenta de que había utilizado mucha más fuerza de la que imaginaba.

A sus oídos llegó un silbido que cortaba el aire, y una flecha atravesó su brazo izquierdo. Lo habían herido. Una fiebre negra de ira lo envolvió todo. Partió la flecha en dos. Se sentía cegado por sus instintos y una furia inmensa que lo dominaba. Atrapó al tercer guardia, y en apenas unos instantes, ya tenía a su víctima postrada en el suelo mientras le arrancaba la yugular con los dientes.

Sediento de sangre y de venganza, descontrolado, atravesó el inmenso portón que lo separaba del alma de Tarah, donde se sentía la energía de un ritual muy poderoso. Pero no encontró lo que esperaba, allí solo había gente retorciéndose y muriendo bajo una espesa niebla, entre gris y blanca, que salía de una luminosa grieta en la pared.

En medio de todo aquello, se encontraba Roxanne de pie. Erguida, con los dorados cabellos un poco humedecidos, y los labios más rojos de lo habitual. Ella observaba como los demás sufrían y se consumían a su alrededor, sin mostrar ni una pizca de piedad. Inmune quizás.

-Una lástima, se han equivocado de alma. Era está-. Comentó mostrándole el frasco en el que se encontraba el alma de Tarah.

-¡Los utilizaste!- gritó lanzándose contra ella, tal y como había hecho con los otros guardias, pero Roxanne era mucho más rápida y estaba armada.

Él era un neófito, y por lo tanto mucho más fuerte que ella, en un combate cuerpo a cuerpo la hubiera vencido sin problemas, pero no podía atraparla. Ni siquiera era capaz de verla. Se sentía cada vez más torpe y fatigado, lanzándole golpes al aire. La niebla, sí que les estaba afectando de alguna manera que él aún desconocía, pero era evidente que algo no marchaba bien. Sentía cansancio, y la cabeza le daba vueltas, aturdiéndolo. De pronto, empezó a sentir rápidos y profundos cortes por todo el cuerpo. Rugió iracundo, aun cuando todos sus instintos estaban en alerta, y se esforzaba por atraparla, no conseguía ni tan siquiera evitar los golpes de Roxanne.

No tardó en descubrir que no era inmune al dolor, y que los cortes no paraban de sangrar. En ese instante supo, exactamente lo que les hacía la niebla, los estaba volviendo vulnerables. Si seguían así, esa noche moriría, y eso algo que no se podía permitir, aún tenía que salvar a Tarah. 

El siguiente corte fue más profundo, entre las costillas dejándolo sin aire. Tropezó y cayó golpeándose la cabeza contra la pared y sintiendo el frío acero bajo su mano derecha. Era la espada de alguno de los moribundos que se retorcían en el suelo. La agarró con fuerza, y a pesar del dolor de sus heridas se concentró en escuchar el sonido del viento.

Entonces la encontró, y antes de que ella pudiera darle la estocada final se incorporó atravesándola, con su nueva adquisición. En ese momento, el yermo epíteto de la muerte los invadió a los dos.

Roxanne, se encontraba más pálida que nunca, con el abdomen atravesado por la espada. Él todavía no entendía como aquella simple hoja afilada podía ser suficiente para arrebatarle la vida. Esa niebla era asombrosamente destructiva. La sangre no cesaba de huir de su cuerpo, cubriendo el frío acero que se hundía en ella, y volviendo a mancharle las manos de rojo carmesí. Ella comenzó a reírse, observando su estupefacto rostro. Viendo tan bien como él cómo se marchitaba su existencia.

-¿Crees que has ganado?- preguntó de pronto, dejándolo impresionado-. Pues te equivocas, has llegado tarde ¡Te has quedado dormido!- Se jactó mientras reía escandalosamente.

-¿De qué estás hablando?- Preguntó confundido.

De su escote sacó el frasco en el que reposaba un alma humana, como una tenue luz violácea.

-Esta no es Tarah. No es la mujer a la que amas.

-¿Qué dices? ¡Mientes!-gritó furioso de nuevo.

Roxanne volvió a reír esta vez con menos intensidad, mientras su facciones se volvían algo más serías aunque la diversión no desaparecía de ellas.

-Lo niegas. Ni si quiera puedes reconocerla.- rió negando con la cabeza débilmente. Movimiento que consiguió que algunos de sus rizos se manchasen con su propia sangre, y le arrancó un pequeño quejido.- El alma de Tarah se destruyó en este ritual, porque no era la indicada. Es por eso, que de esa brecha sale esta niebla que me mata.- Explicó con dificultad-. Es el castigo, por quebrar un alma pura de manera injustificada- dijo señalando la grieta luminosa que atravesaba la pared que había frente a ellos.

-¡Mientes!- Repitió reacio a creerla.

Enfadado quiso hacerle todavía más daño, pero no hizo falta. Ella le agarró por los hombros y atrayéndolo hacia sí, hundió la espada mucho más profundamente en su cuerpo. Antes de morir le susurró: "Compruébalo, sabes cómo hacerlo". Entonces lamió uno de los cortes que ella misma había dejado en su rostro, y después besó sus labios dejándole probar su sangre, antes de caer flácida entre sus brazos. 

Como si aquella niebla que lo envolvía todo, se hubiese instalado en su cabeza hizo exactamente lo último que Roxanne le había pedido. Le sacó la espada del abdomen, aunque no se deshizo de ella y cargó con su cuerpo, hasta la parte central de la Cueva de las Ánimas. Por el camino se encontró con más guardias, que aún no sabían lo afortunados que eran de no haber participado en ese fatídico ritual. Al ver el cadáver de Roxanne entre sus brazos se aparataron y le abrieron paso, inmovilizados, sin saber qué hacer. 

Cuando llegó a su destino, observó que en el fondo de una habitación redonda había un lago, cuyas aguas estaban sumidas en la oscuridad de aquella caverna, cubierta de sombras. A través de las grietas de la cueva se colaban rayos de luna que iluminaban las grandes y blancas conchas marinas que rodeaban la orilla, evidentemente colocadas ahí a propósito. Ni si quiera sabía, cómo sabía lo que tenía que hacer, pero sin titubear depositó el cuerpo de Roxanne en el suelo junto a las conchas marinas, y cogió una. La llenó del agua del lago y la mezcló con su sangre. El agua se convirtió en una emulsión de colores negro y rojo de forma espeluznante.

Con cuidado, vertió parte del contenido en el cuerpo inerte de Roxanne y la herida de su abdomen se cerró al instante. Ahora tenía un cuerpo en perfecto estado, cubierto de sangre y vacío de vida. Justo lo que necesita. Aprovechó para curarse con aquel brebaje las heridas más profundas, y dejó la concha a un lado para recoger del suelo a Roxanne. 

Se adentró con ella en el lago, hasta que el agua le llegó a la cintura y sumergió su cuerpo dejando únicamente las facciones de su cara en la superficie. Se arrodilló junto a ella, todavía sosteniendo su cuerpo, mientras veía como la sangre de ambos teñía las oscuras aguas de aquel manantial. Cogió el frasco portador de almas de entre sus finas manos, y en su lugar colocó la espada que le había arrebatado la vida. Sus cabellos húmedos flotaban descuidados sobre el lago. Entonces, agarró el frasco, mientras rezaba porque fuese el alma de Tarah, y vertió su contenido sobre el rostro de Roxanne.

El agua empezó a burbujear como si hirviera, pero estaba más fría que nunca. Pequeñas y grandes olas imposibles de imaginar los envolvieron y trataron de arrastrarlos pero él permaneció anclado suelo con ella entre sus brazos, inamovible. El agua lo inundaba todo y sabía a sangre. Él sufría una y otra vez la asfixia pero no moría. Aún con sus pulmones encharcados y sus fuerzas menguando cada vez más, no soltó el cuerpo de Roxanne en ningún momento, ni dejó que la fuerza del agua los moviera del sitio. Cuando ya creía que no iba a aguantarlo más y el agua se las arregló para separarlos hasta que solo quedaron unidos por una mano que se aferraba a la otra, todo se calmó, recuperando el estado original del lago.

Tosió escandalosamente, y tardó más tiempo del esperado, en recomponerse lo suficiente para poder a acercarse de nuevo al cuerpo de Roxanne, que todavía flotaba en el agua. Colocó el brazo debajo de su cabeza, para asegurarse de que no se hundiera y como si percibiera su presencia, ella abrió los ojos. Sus increíbles ojos verde claro mostraban lo impetuoso que era el puente que había que cruzar para volver de la muerte. Ella exhaló con fuerza, y una pequeña mano se aferró a su camiseta, mientras el cuerpo de Roxanne trataba de incorporarse. Él la agarró manteniéndola a flote.

-Tranquila, tranquila- le susurró, tratando de calmarla.

-¿Quién eres?- Preguntó exaltada, mirando hacia todos lados y a ninguna parte.- ¿Qué hacemos aquí? ¿Qué me vas a hacer?- Continuó la que sin duda era la voz de Roxanne, aunque no lo parecía, jamás la había escuchado tan llena de miedo y de terror.

Su rostro aniñado lo miraba aterrorizado. Sin reconocerlo, y el dolor de la perdida se instaló en su pecho como un puño que lo golpeaba muy duro. No había podido salvar a Tarah. Había dejado que destruyeran su alma. De pronto, toda su estabilidad se desmoronó. La furia y el dolor se entremezclaron en su interior. Rugió con toda la fuerza de la bestia en la que se había convertido, y dejó caer su rostro sobre el hombro de la muchacha.

-Tú no eres Tarah.- Afirmó al borde del llanto.

-No, yo soy Aisha.- Respondió la muchacha que permanecía muy quieta bajo su contacto- ¿Quién es Tarah?

Como única respuesta la dejó enfrentarse a su dura y tortuosa mirada, en absoluto dispuesto a hablar de Tarah.

-Tú querías salvarla-. Comprendió Aisha con un susurro después de unos minutos de silencio.

-Sí.

-Van a venir a por mí- dijo de pronto, con la voz rota por la angustia, apretando contra sí la espada, que de algún modo no se había separado de ella durante el ritual. Era extraño escuchar esa voz que siempre había sido tan amenazante de aquella forma. Vulnerable.

-¿Quienes?- Preguntó con voz ronca poniéndose en alerta.

-Roxanne, y los que son como ella. Van a destruirme a mí también.- Sentenció mientras las lágrimas caían por su nuevo y siempre bello rostro.

Solo entonces reparó en que Aisha aún no se había dado cuenta de que estaba en el cuerpo de Roxanne. Viendo su cara de puro terror, decidió que lo mejor era no revelárselo todavía. No quería asustarla aún más.

-Nadie te va a destruir. Te lo prometo.

-No lo entiendes. Van a encontrarme y en cuanto lo hagan... nada podrá pararles.

-Confía en mí. Yo te protegeré.

-¿Cómo?

-Por ahora, saliendo de aquí.

Y sacándola del agua en brazos se dispuso a cumplir su promesa. No había salvado a Tarah, pero la salvaría a ella. 



Angie

#ElCementerioDeLoFantástico:

Primera Parte del relato: Apertura - Por Emily Broken Rose

Aquí os dejo los enlaces de las tres diferentes respuestas a nuestra mamá cuervo:

Desmentiras - Por The Crazy Winter
Desmentiras II - Por Angellica L'Arc en Ciel
Desmentiras III - Por Victoria Prince

El Iniciado - Por Victoria Prince
El Iniciado II - Por The Crazy Winter

El Maldito - Por Angellica L'Arc en Ciel
El Maldito II - Por Victoria Prince
El Maldito III - Por The Crazy Winter



Ha estos tres últimos fragmentos responderá Emily Broken Rose con un relato final para ellos. Próximamente podréis encontrarlo en su blog ¡No os lo perdáis!

martes, 22 de diciembre de 2015

#NaviBlogger: El Regalo Perfecto

El aire frío se abría paso a través de su abrigo y un escalofrío recorría su cuerpo. Frente a ella se encontraba la primera tarea que debía tachar de su orden del día. Era curioso que la intimidase un adolescente ciego. Pero el reciente ex capitán del equipo de rugby, la inquietaba. Quizá fuese la inmensa diferencia de estatura y corpulencia, o quizá el exceso de hormonas gracias a su ya no tan reciente embarazo. Tal vez simplemente le dolía porque ese era el principio del fin. Se acercó a él y aclaró su garganta para avisarle de su presencia.

-¿Quién anda ahí?

-Evan, soy yo Linette.

-¡Oh que sorpresa! No te esperaba ¿Qué haces aquí?- preguntó contento de escuchar a su amiga de la infancia.

-No he venido de visita.

Evan frunció el ceño.

-¿Y a qué vienes? Porque si has venido a decirme que la deje marchar, ya puedes irte a tu casa. No quiero que pierdas el tiempo.- dijo de pronto elevando la voz, y apretando los puños con violencia.

-Evan- trató de hacerlo entrar en razón con la voz rota y los ojos empañados en lágrimas. Odiaba verlo así, y las hormonas no estaban jugando a su favor- ¡Por favor! ¿Por qué la atas así? ¿Por qué la llenas de culpa por lo que te pasó? Si sabes que ella no te quiere, ya no.

-¡CALLATE! ¡CALLATE!- le gritó mientras tiraba todo lo que había sobre la encimera en la que se apoyaba. La desesperación brilla en el rostro de su amigo, y las lágrimas corrían por el suyo propio, al tiempo que los adornos de porcelana se rompían contra el suelo-. Tú no eres nadie para decirme eso. Tú vas detrás de Troy, sabiendo que él sigue enamorado de su ex novia muerta. Makeila. La única mujer que ha podido llegar al corazón del implacable Troy MacGregor. Todo el mundo lo sabe, y tú eres la única que no quiere verlo. Tú aguantas que no te quiera, y soportas todos los desprecios que él te hace sin querer, o sin poder evitarlo ¿Qué diferencia hay?

-La diferencia es que Owen está vivo y los dos... y todos saben, que él es el hombre que ella ama. Está contigo por...

-¡NO LO DIGAS!-vociferó con la voz rota dejándose caer la cabeza sobre las manos. Lloraba. Con una angustia fatídica que apuñalaba su pecho y lo destrozaba- No lo digas- suplicó en un susurro.

Linette se llevó las manos a la cabeza, tratando de coger aire para serenarse. Le ardía la cara, así que estaba segura de que se había puesto roja de la angustia, y le escocían los ojos. Se revolvió los mechones del castaño flequillo y soltó el aire contenido, mientras posaba una mano sobre el hombro de su amigo.

-Déjala ir-. Rogó con otro susurro-. Yo más que nadie sé lo difícil que es, tú lo has dicho. Pero yo me he decidido. Voy a hacer lo que tengo que hacer, y te invito a hacerlo conmigo. Como despedida-. Añadió con la voz quebrada.

-¿Despedida? ¿Qué quieres decir? - preguntó dándose la vuelta y agarrándola por la mano, con la mala suerte chocar contra una silla, y que esta se cayese al suelo, sobresaltándola.- Perdón-. Dijo al notar lo agitada que estaba su amiga.

-Me voy. Este es mi regalo de Navidad para Troy. Su libertad. El mejor regalo que hay ¿No crees? Libertad.

-No ¿A dónde vas a ir? ¿Qué va a pasar con la loca de tu madre? ¿Y Judith? ¿Has pensado en ella?

-Sí, claro que sí, por eso estoy aquí.-Dijo enjaguándose las lágrimas.

-Porque el mejor regalo es la libertad.- Repitió él sintiéndose abatido y volvió a apoyarse en la encimera-. No puedo, yo no soy tan fuerte. Ella es...

-No es lo único que tienes, y si que eres fuerte. Eres inmensamente fuerte.- le animó enmarcando su cara entre sus pequeñas y delicadas manos-. Eres el chico que le pegó al matón que me tiraba de las coletas. Eres mi héroe ¿Te acuerdas?

Él esbozó una sonrisa mientras apoyaba la cabeza sobre su frente.

-¿Por qué?

-No quiero seguir siendo una sombra detrás de un fantasma. No más.

-Te voy a echar de menos, Linette. Tienes órdenes estrictas de venir a visitarme.

-Claro que sí- una risita nerviosa escapó de sus labios.-. Sé que harás lo correcto.

-Los héroes siempre lo hacen ¿No?

Después de una breve conversación, se despidió de Evans. Este había sido el objetivo más difícil de tachar de su lista. Su regalo para Judith, su mejor amiga, la otra mitad de Owen Fisher, nuevo escolta del equipo de baloncesto. Ellos tenían que tener un final feliz. Al menos así alguien tenía que tenerlo. Se marchó para seguir con su cometido.

Como tantas otras veces se coló dentro de la habitación de Troy, que como sabía estaba vacía. Su olor y los recuerdos la embriagaron como el más dulce de los licores. Deseó quedarse allí por siempre, tal y como le ocurría cada vez que estaba a su lado, pero aquello tenía que acabar.

De su muñeca desabrochó, el primer y único regalo que le había hecho Troy, el día de su cumpleaños. Una bonita pulsera de plata, que hasta entonces nunca se había separado de ella. El único objeto que la unía a él, y que ya no vería nunca más. De todas formas, siempre tendría algo suyo, algo de los dos. Un hijo que nunca conocería a su padre.

No sabía si estaba haciendo las cosas bien, pero en su cabeza no había más opción que esa. Todo lo que era diferente se le antojaba terrorífico y la alteraba hasta el punto de hacerla vomitar. No había nada que quisiera más que alejarse de todo ese drama, y tampoco había nada que le hiciese más daño. Dejó la pulsera de plata y salió de allí agitada, huyendo.

Demasiadas emociones en un día, para una embaraza. Cuando llegó a su casa, tuvo que ducharse para relajarse, antes de recoger sus cosas.

Antes de salir, tachó de su lista la última de sus tareas. Dejó una carta sobre la cómoda de su madre. Una despedida, nada trágica. Ya se imaginaba a su madre dando saltitos de alegría. Ya no tendría que "ocultar" el libre flujo de sus amantes, que lastimosamente solían arruinarle los desayunos. Un obstáculo menos en la vida de pecados que llevaba su madre desde el divorcio. Sin duda, para ella sería un buen regalo saber que se iba con su padre a la capital. Esperaba que se sintiese afortunada,
había sido lo suficiente generosa con ella como para dejarle una carta. Desde luego no se la merecía.

En el taxi que la llevó a estación de trenes le envió un mensaje a su amiga Judith, porque sabía que aunque la felicidad llamase a su puerta sería capaz de rechazarla por la culpa que sentía. "Estas Navidades ya sé lo quiero de regalo: Quiero que dejes la culpa a un lado y vuelvas con Owen. Quiero mi regalo pronto o publicaré tu diario en mi blog :P" . Era una vana amenaza que solían intercambiarse, desde hacia tanto tiempo que ya ni se acordaba.

El tiempo se le hizo eterno, las horas corrían despacio. Había llegado a la estación mucho antes de lo que pensaba. Pero le venía bien estar sentada en ese frío banco sola, bajo el amparo de la estación y el confort que le ofrecía su ipod. Las despedidas se habían acabado y pronto tendría que volver a empezar en otro lugar. Se acarició el vientre, estaba embarazada de 4 meses, y ella se notaba tan plana como el año en que ganó el concurso de Miss Bikini en la playa de Prive. Por eso le había costado tanto creerlo, pero las analíticas no mentían. Estaba un poco preocupada por ello.

A su lado se sentó una señora y le tiró la mochila que tenía apoyada a su lado, pero cuando fue a recogerla una mano masculina la sostenía para ella. Abrió mucho los ojos sorprendida al ver a Troy. Alto, rubio y con esos ojos oscuros que la arrastraban atrayéndola hacia él. Se encontraba allí frente a ella tendiéndole su mochila. Con cuidado se quitó uno de los auriculares, mientras en su ipod  se reproducía la canción Love Me Like You Do.

-¿Qu-Qué haces tú aquí?- preguntó mientras agarraba una de las asas de su mochila.

-No, ¿Qué haces tú aquí?

-Yo...voy a coger un tren.

Él soltó mochila, y se pasó una mano airado por el cabello rubio, revolviéndoselo todo casi por completo, mientras ella seguía tratando de recuperarse de la impresión. Se agachó frente a Linette, tal y como hacía en los partidos de rugby cuando quería explicarles algo a sus compañeros. Señal inequívoca de que estaba nervioso.

-A ver, si esto es culpa mía...

-Sí, es culpa tuya, claro que es culpa tuya-. Linette se odio a sí misma por aquel exabrupto, lo había dicho sin pensarlo. Sin tan si quiera poder evitarlo.

En cuanto reunió valor para volver a mirar a Troy, la expresión de este pasó de la sorpresa a la determinación, y la agarró por los brazos levantándola, parecía enfadado. La asustó.

-Pues si es culpa mía, entonces quédate.- le gritó-. Quédate, porque te quiero. Porque no quiero imaginarme ni un solo día sin ti, y sin nuestro hijo.

Linette se quedó pálida entre sus brazos. Ni en sus más alocadas fantasías, había conseguido imaginarse a Troy diciéndole que la quería. Lo había intentado, pero nunca conseguía que pareciera real en su mente. Y ahí estaba él, dándole un giro de 360º grados a su mundo. No supo qué decir.

-Perdón- le dijo él soltándola de pronto y posándola en el suelo con delicadeza-. No te puedes ir sin tu regalo-. Añadió sacando de su bolsillo una pequeña cajita negra.

Con torpeza Linette se las arregló para abrirla, y dentro encontró un anillo a juego con la pulsera que ella le había devuelto. También encontró una pequeña notita, en la que ponía: Siempre serás tú, elígeme. 

Troy la miraba expectante, probablemente ni él sabía que podía hacer algo tan romántico. Sin pensarlo dos veces le besó, mientras lloraba. Lloraba de alegría, quizás se había equivocado al decirle a Evans que el mejor regalo era la libertad, el mejor regalo era sentirse amada de esa manera, y esperaba que su amigo pronto pudiese alcanzar esa felicidad.

-Hay un problema.- Murmuró entre besos mientras a su alrededor comenzaba a nevar.-Yo no te he comprado regalo.

Angie

Este es mi relato para la segunda edición de #NaviBlogger, cuyo objetivo era buscar el mejor regalo para dar. Espero que os guste. Aquí os dejo el link con la lista del resto de participantes.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Desmentiras II

Una habitación sin ventanas ni puertas, a oscuras. Los demonios se rían de él entre los escombros. Un grito. Se encontraba en la biblioteca que tanto recordaba, pero los papeles volaban por todas partes, y el amargo sabor de la traición no desaparecía de su boca. Al fondo estaba Tarah, pero ya no sonreía como siempre al verle, tan solo lloraba. Desesperado corrió para consolarla, pero entre sus brazos sus heridas se abrieron y todo volvió a llenarse de sangre en el Gran Salón. La baldosa blanca y fría se cubrió de carmesí rojo, vibrante, efímero. Cuanto más quería ayudarla más daño le hacía y más placer sentía. Rugió. Una risa desdeñosa atravesó el páramo en el que se encontraba solo. Respiraba con agitación y solo escuchaba el susurro de su voz "Quieres hacerme culpable de tus pecados, cuando lo único que he hecho ha sido amarte". Mentiras, que se mezclaban con medias verdades. Las llamas recorrían el círculo y el canto de su despertar se oía cada vez más alto, hasta que resultó doloroso. Y entonces, despertó de su sueño gritando.

Darren gritó hasta que no le quedó aire en pulmones y se lamentó una vez más. Continuaba arrodillado en el bosque, temblando. El sol brillaba en el horizonte dejando al descubierto su vergüenza. Le había sido imposible no quedarse prendado de la belleza de Zulema, con su espectacular melena rojiza y su intensa sensualidad. Lo había engatusado como a un niño. Había conseguido ponerlo en contra de sus mayores, y ellos no había tardado en repudiarlo, igual que ahora lo hacía él. Ni si quiera Tarah había sido capaz de abrirle los ojos. Obcecado, había caído en su trampa, había roto las reglas y el corazón de Tarah; más que eso, había acabado con ella. Por si fuera poco, aquella noche había vuelto a humillarse al pedirle ayuda a Zulema, y esperar de verdad que hiciera algo por él.

Mordió su mano y se arrancó la piel, hasta que la sangre brotó a borbotones. Empezó a dibujar en el suelo el emblema del espíritu guía, y recitó las palabras de aquellos viejos pergaminos que le habían obligado a aprender. No ocurrió nada. Volvió a repetirlo dos veces más y siguió sin ocurrir nada. Enfadado arrancó un árbol y lo lanzó contra el siguiente derribándolo. Pero su arranque de ira no lo ayudó.

Continuó intentándolo con esmero, pero no fue hasta el alba cuando consiguió algún resultado. Frente a sus ojos creció una luminosa luz azulada. Nacida de entre las llamas del infierno, que tomó forma de águila, y después de unos segundos en los que se mostró en todo su esplendor, se inclinó ante él lista para servirle. Intentó incorporarse pero había perdido demasiada sangre y cayó al suelo. Incluso para un inmortal como él la sangre era algo imprescindible.
 
Entonces escuchó la risa estridente de un hombre a su espalda y trató de retroceder cauteloso.

-¿Todo el día aquí para traer a la vida un simple espíritu guía? Me esperaba algo más original.-Comentó aquella voz socarrona.

Darren buscó entre la oscuridad la localización de aquel sujeto que se burlaba de él. Pero no encontró más que un cuervo, con los ojos tan negros como su plumaje, que no se perdía ninguno de sus movimientos.

-¿Quién eres?- preguntó con voz ronca y desgastada por el desuso.

-¡Vaya! ¡Has conseguido encontrarme a la primera! Quizá no seas tan inútil.

El cuervo alzó el vuelo, y para su asombro, dejó de ser un ave para adquirir la presencia humana de un hombre alto, con el pelo largo y castaño algo revuelto. Era musculoso y lo miraba con ojos divertidos. Parecía satisfecho mirándolo desde su posición erguida, mientras él continuaba tirado en el suelo.

-Como si tú hubieras sido mucho mejor al principio.- los alarmó una voz femenina que provenía del noroeste del bosque haciendo que ambos se giraran para ver a su interlocutora.

Darren pudo ver a una mujer alta, con generosas curvas y una piel muy morena. El cabello rizado castaño claro, le caía despreocupadamente hasta la mitad de la espalda. Sonreía y el brillo de  la diversión florecía en sus ojos marrones. Inesperadamente, Darren pensó que su piel parecía tierna y blanda. La odio al instante, por su sensualidad y su interesante belleza. Le recordaba demasiado a Zulema. No dejaría que nadie más jugase con él de esa manera.

-¿Qué haces aquí Clara?- preguntó el cuervo, habiendo perdido todo rastro de satisfacción en su rostro. Su expresión era seria y estaba alerta.

 -¡Oh! ¿Así me saludas? Vas a herir mis sentimientos- replicó la morena con fingido desazón, llevándose la manos al pecho y parpadeando un par de veces más de lo necesario.

-¿Qué haces aquí?

-Clara.- Completó ella-. Te faltó decir mi nombre para repetir exactamente la misma pregunta de antes-. Se burló muy tranquila jugando con él, a pesar de que se veía que el cuervo estaba a punto de perder la paciencia.- ¡Ay! Míralo se ha enfadado, es como un niño-. Dijo como si le estuviera contando alguna peculiar confidencia, y soltando una pequeña risita.

-¿No me estarás siguiendo?

La mujer rió con más ganas.

-No, eso es lo que sueles hacer tú conmigo.

-Entonces ¿POR-QUÉ-ESTÁS-AQUÍ?- Arrastró tanto las palabras que llegaron a parecer monosílabos de una sola.

-Por lo mismo que tú- respondió con aquella sonrisa falsa que no desaparecía de su boca-. No eres el único, que quiere conocer al nuevo catecúmeno de la inmortalidad.- Explicó mientras se acercaba con sinuosos andares de atleta.

-¿Quieres algo de él?- preguntó entre sorprendido y celoso, echándole una mirada despectiva a Darren que continuaba tirado en el suelo, sin comprender lo que estaba pasando.

-No, solo vengo a observar, por ahora ¡Oh! ¡Pero qué pajarito más lindo!-. Exclamó acariciando con la yema de los dedos al espíritu guía que Darren había invocado.

-¿No lo habías visto?- Preguntó el cuervo sorprendido.

La mujer se puso algo tensa.

-No todos tenemos una visión tan perfecta como la tuya.-Replicó sin apartar la vista del águila.

-¿Es eso, Clara? ¿O es que has participado en algún ritual que arruine parte de tus sentidos?

La mujer se volvió para mirarle, su sonrisa se hizo más amplia, y a su vez más aterradora.

-No te importa. Pero, ya que estamos los dos aquí, vamos a hacer una apuesta.- Tiró el guante mientras en su cara se dibujaba el triunfo.

-¿Una apuesta?

-Sí, algo para que puedas resarcir el fiasco de la última vez. Para que me demuestres que has dejado de ser un perdedor. Si puedes, claro.

-¿Y qué es lo que apostamos?- preguntó tenso.

-Paso a paso, primero establezcamos en qué consiste la apuesta. Para ganar tendrás que conseguir que el chico llegue sano y salvo a la Cueva de las Animas, en menos de siete días.

-¿Y eso por qué? ¿Qué ganas tú con eso?

-No mucho, simplemente aprovecho la ocasión-. Su postura parecía relajada y despreocupada, pero Darren no se dejó engañar por su pose, y vio tan bien como el cuervo que había alguna razón oculta que ella no estaba dispuesta a compartir.- Si pierdes vas tener que volver a someterte a mí, durante el mismo tiempo que tardes en llegar a la Cueva, multiplicado por siete.

-¿Y si gano?

Clara sonrió perversa.

-Tendrás lo que quisiste la última vez.

El cuervo abrió mucho los ojos sorprendido y tragó saliva, haciendo bastante ruido.

-Acepto.

La mujer se dio la vuelta y desapareció entre las sombras, riendo entre dientes. Entonces el cuervo se volvió hacia Darren y cogiéndolo por la camisa lo levantó sin esfuerzo.

-¿Qué haces?- preguntó este sorprendido.

-No lo has oído, tenemos un largo camino y una apuesta por ganar.

-Yo no voy a ninguna parte contigo- graznó ofendido soltándose de su agarre.

-Yo creo que sí.-Afirmó con una sonrisa de medio lado, que lucía peligrosa. -No llegarás muy lejos tú solo. Eres un novato y casi te has desangrado para invocar un espíritu guía, no durarías ni dos días. Pero para tú suerte ahora tenemos un objetivo en común. Yo quiero ganar una apuesta y tú quieres salvar a tu amiguita.

-¿Cómo sabes lo de Tarah?- preguntó exaltado.

-Bromeas, al alma de esa chica vibra gritando su pena con tanta fuerza que no quiero ni imaginar a qué clase de criaturas está atrayendo.

La noticia golpeó con tanta fuerza a Darren que trastabilló y por poco perdió el equilibrio.

-¿Qué ganas tú con esto?- aventuró cansado.

El cuervo perdió la sonrisa y por un segundo pareció tan cansado como él.

-A ella.-Respondió escueto.- Ahora dile a ese águila que nos lleve hasta Tans-Grem.

-Pero eso está en el este-. Comentó confuso.

-Versado en geografía ¡Cuanto me alegro!- Se burló.- No vamos a ir a pie hasta la Cueva de las Animas, no lo has oído tenemos 7 días como fecha límite.

-¿Entonces cómo?

-Con magia negra.

-¿Sabes utilizarla?- preguntó Darren estupefacto.

-Sí supiera ¿Te parece que estaría aquí, perdiendo el tiempo con neófito como tú en medio del bosque?- Preguntó con ironía-. Pero alguien me debe un par de favores.

Darren caviló sobre los hechos sucedidos recientemente, y decidió que lo mejor era dejarse llevar por la marea. Teniendo en cuenta su situación, no era como si tuviera muchas más opciones.

-A Tans-Grem.- le susurró al águila flameante, y los dos empezaron a seguirla.

-Una cosa más novato.- Llamó su atención el cuervo mientras caminaba delante de él.-. Vamos a ir a casa de Nisgard un gran brujo. Cuando lleguemos allí, verás a una chica muy frágil. Es la mujer de Nisgard. No la mires directamente a los ojos, y por nada del mundo vayas a acercarte a ella más de lo necesario.

-¿Por qué?- preguntó intrigado mientras con su camisa hacía una venda improvisada para la mano.

-Te tendrá miedo. Esa chica se pone a temblar delante de un conejo, literalmente. Si no sigues mis instrucciones podría entrar en una crisis nerviosa. Créeme la visto gritar de puro terror por el roce de su padre. El único al que no teme es a su marido. Y no queremos que este se enfade con nosotros.

-¿Qué le ocurrió para llegar a ese extremo?- preguntó conmovido.

-¿Qué no, quién? Nisgard le pasó.- respondió en tono sombrío.- Tampoco menciones a Zulema.

-¿La conoces?

-Nadie conoce a Zulema. No realmente.



Angie

#ElCementerioDeLoFantástico:

Primera Parte del relato: Apertura - Por Emily Broken Rose

Aquí os dejo los enlaces de tres diferente respuesta a nuestra mamá cuervo:

Desmentiras - Por The Crazy Winter

El Iniciado - Por Victoria Prince
El Iniciado II - Por The Crazy Winter

El Maldito - Por Angellica L'Arc en Ciel
El Maldito II - Por Victoria Prince



Ha este fragmento del relato responderá Victoria Prince. Próximamente podréis encontrar la continuación en su blog ¡No os lo perdáis!

jueves, 29 de octubre de 2015

Una noche de invierno

Cae la noche sobre nuestra pequeña ciudad sin nombre, y la locura que la acompaña se apodera de nuestros ciudadanos. 

En la primera casa que observamos, una pareja discute gritos. Enfurecidos, van más allá de los gritos, la mujer comienza a romper cosas, sin razón aparente alguna. Mientras, en su habitación la pequeña Susie, llora angustiada escuchando a sus padres, y solo ruega por un poco de silencio. 

Unas casas más allá, un hombre se ahoga por la imponente presencia del silencio, en un hogar que habituaba estar lleno de risas, y ahora contempla la posibilidad del suicidio. Lo ha perdido todo, su trabajo, sus amigos, su familia, el coche... todo. Solo le queda ya, esa maldita y escalofriante casa. Dónde en cada rincón lo acosa un recuerdo, de todo lo que ya no tiene, y el silencio es su único compañero de cama. Pero todo eso terminará esta noche, en cuanto dispare el arma que tiene entre las manos. Con el estruendo acabará el silencio y su vida.

Un disparo, se escucha tres calles al este, dónde Fredrie Allen se arrepiente de no haber saldado sus deudas de juego, y escapa airoso de un tiroteo. Decide que esa noche todo cambiará, que dejará todo aquel mundillo lleno de perturbaciones, que aunque es divertido, un día el precio de la factura podría ser su vida. Vida, que él tiene toda la intención de volver a llevar por el buen camino. Pero esa determinación, solo dura hasta que dobla la esquina y sus ojos se posan sobre el escote de la hermosa y voluptuosa Marguerie, quién con una sonrisa descarada vuelve a descubrir en él la sucia necesidad de pecar.

Dos manzanas hacía la izquierda, en una pequeña parroquia, un reverendo da vueltas en su cama, desvelado sin saber que hacer. Un terrible pecado le ha sido confesado, pero si alza la voz y acusa al culpable... romperá el secreto de confesión, romperá sus votos. Y tales males, angustian el corazón del pobre señor, que ya ha tenido varios achaques, y nada le asegura que sobrevivirá al siguiente.

Fuera, en la misma calle, una pobre niña descalza,  trata de sobrevivir al hambre y al frío, robando las carteras de los transeúntes.

Al norte, dos rufianes celebran que por fin han conseguido completar su plan del "atraco perfecto" al banco de nuestra pequeña ciudad, perseguida por la locura de la noche.

Nada queda. Solo mencionar una pequeña esquina de la ciudad, donde un niño se divierte relatando lo que hace la gente frente a sus ojos inocentes, tras un telescopio viejo, en su pequeña ciudad, una noche de invierno.

Angie   

lunes, 31 de agosto de 2015

#ProyectoParaDos: Ardiente Oscuridad

"Seven devils all around you
Seven devils in my house
See they were there when 
I woke up this morning
I'll be dead before the day is done"

Seven Devils Florence And Machine

El agua acaricia sus pies desnudos con dulzura, y ella imagina la espuma del mar reposando sobre la arena de una hermosa playa. Todo lleno de colores que ella ya no ve, pero recuerda. Igual que recuerda los ojos oscuros de aquel extranjero que llegó a su mansión una tarde de domingo. La frialdad de sus ojos carentes de emoción y de vida había sido el funesto presagio de advertencia para su familia.

Nunca había visto a su padre tan nervioso, como en el momento en el que se enfrentó a aquel hombre. Sin embargo, tampoco parecía dispuesto darle al misterioso señor asiático lo que le pedía. No, no quería engañarse, no era un señor, ni siquiera un hombre, era un demonio. Por esa razón, esa tarde su vida había cambiado para siempre.

Su madre había gritado al ama de llaves, y les había metido prisa a las criadas para que empacasen todo cuanto pudieran rápidamente. Pero no sirvió de nada, la noche los atrapó, y con ella la desgracia.


Inocentemente, había creído que el resguardo de su cama era un escondite lo bastante bueno para que nadie la encontrara. Ana, la doncella personal de su madre, una mujer de familia gitana, que había sido rebautizada como católica, se había molestado en sacarla de su error. La había  sacado de debajo de la cama y le había entregado un candelabro. Todavía en las noches recuerda el sonido de su voz diciéndole: "Manténgalo encendido señorita, es un candelabro de mi gente y mientras esté encendido la protegerá. No deje que nada lo apague. Ahora tiene que ser valiente. Ataje por los cuartos de las muchachas y huya"

Le había hecho caso, pero ella nunca lo sabría. Había traspasado cada corredor aferrada al candelabro, sin soltarlo aun cuando la cera caía sobre la fina piel de sus manos desnudas.

Entre las sombras, había visto terribles criaturas moviéndose, deseosas de alcanzar su cuello, pero la tenue luz del candelabro, las había mantenido alejadas, al principio claro. Pero pronto decidieron aventurarse, para verificar cuan poderosa era su protección. Demasiado cerca de su porcelana piel había sentido el roce efímero de las garras que la amenazaban con aterradora virulencia. Era como si a aquellas criaturas les ofendiera que pudiera defenderse de ellas, y en silencio prometieran que lo lamentaría.

Entonces todo había sucedido muy rápido, incluso ahora no era capaz de asimilarlo todo. Empujaron contra su cuerpo a uno de los suyos. Con la suficiente fuerza como para derribarla, convirtiendo, sin ningún remordimiento, a uno de sus camaradas en un sacrificio, para conseguir así que las llamas del candelabro se apagaran. Sin embargo, no les salió bien la jugada. El candelabro cayó a los pies de las pesadas cortinas que solían decorar la mansión, y estas ardieron a tiempo para impedir que la mataran. Tras las cortinas había comenzado a arder todo el corredor, y las llamas pasaban del más rojo escarlata al violeta sin sentido. Las criaturas comenzaron a volverse humo, y sus estrangulados gritos y chirridos, atormentaron sus oídos. Había caído al suelo, llorando desesperada porque cesara el dolor de sus oídos, pero no cesó. 

Recordaba haber sentido algo pringoso y caliente descendiendo por su cuello. Cuando se atrevió a alzar la vista, allí se encontró al demonio, mostrándose ante ella con la más terrorífica de sus apariencias. Su fisionomía había cambiado. Su piel se había vuelto pura fibra negra, y su complexión había aumentado considerablemente. Desbordaba peligrosidad por todas partes, pero en especial llamaba la atención su cola, similar a la un escorpión. Nada quedaba ya del hermoso extranjero asiático que  había atravesado sus puertas. Ella solo pudo reconocerlo por sus ojos, carentes de vida como pozos negros sin fondo, sin emoción, sin alma, sin el odio que ella esperaba encontrar. El mismo fluido volvió caer sobre ella pero esta vez aterrizó en sus ojos. El ardor y escozor la hicieron gritar hasta desgañitarse la voz. Fue entonces, cuando el aguijón la atravesó. El dolor fue intenso e inesperado, pero había creído que ya no importaba, y había considerado aquel el final de sus tormentos, mientras derramaba sus últimas lágrimas.

¡Qué equivocada había estado! Se había despertado dos días después en una camilla de hospital. No recordaba cómo había llegado hasta allí, y nadie se lo supo decir. Pero su pesadilla comenzó en esa cama. Durante seis días se había retorcido en la camilla, histérica por el dolor en el que la envolvía el ponzoñoso veneno adherido a sus venas. Había sido como si le arrancasen la piel a tiras por dentro. Destrozando cada pequeña fibra de su ser y echando sal sobre sus heridas. Tan solo el recuerdo la aterraba.

Ahora estaba ciega en una mansión vacía, sin amigos, ni allegados, ni familia, ni tan si quiera personal de servicio. Tan solo aquel frío lago que mojaba sus pies con sus tranquilas aguas, y un lobo que aullaba a la luna. El demonio se había llevado lo que buscaba de su padre, dejando una masacre a su paso. Lo único que aliviaba un poco sus días de soledad era la presencia de aquel lobo, que la rondaba como si cuidase de ella. Era lamentable, ni siquiera podía pensar en vengarse. En su condición ¿Qué lograría?    

Angie


Este es el inicio del relato para el Proyecto Para Dos de Reivindicando Blogger. El proyecto consiste en escribir por parejas un relato, con 5 palabras que escogidas por sorteo que nos proporcionaron los administradores. Yo utilicé las dos remarcadas en negrita, y mi compañero Epo Zena utilizará las otras tres en el final de este relato que podréis encontrar en su blog, pinchando sobre su nombre. Espero que os guste y que también disfrutéis de los relatos del resto de parejas. 

lunes, 10 de agosto de 2015

#DosCeros: Doncella

«Recoge las rosas, doncella, mientras la flor es nueva y la juventud fresca,
Y recuerda que así se apresura también tu edad». — Ausonio (310 - 395)



Philomena era la chica más hermosa de la zona. Los aldeanos siempre decían que su sonrisa era capaz de deslumbrar al mismo sol. Sus ojos verdes les recordaban al más cuidado de los céspedes. Insólito, era el día que no comparaban su piel con la más fina seda o porcelana. Por supuesto, siempre llevaba su trigueña melena rizada suelta, para que nadie se atreviera a dudar de su belleza.

Paseaba todas las tardes por los grandes jardines públicos recogiendo rosas rojas, siempre con una  gran sonrisa en la boca, dispuesta a atraer todas las miradas. 

Un día la niebla cubrió el pueblo, y Philomena se sintió triste porque los aldeanos no habían salido a admirarla, tal y como solían hacer en los días soleados. Las rosas rojas comenzaron a escocer en sus manos, pues las apretó demasiado. Entonces, alzó la vista y se encontró al Oscuro junto a ella.

Horrorizada escapó. Corrió durante años, huyendo del condenado diablo que la perseguía. Escondiéndose en los más recónditos lugares, alejándose siempre de aquella presencia. Había atraído la mirada equivoca, y pasó sus días lamentándolo.

Llegó así el día en que se cansó de correr. Al mirarse al espejo ya no reconoció a la chiquilla hermosa que recogía rosas. Las arrugas cubrían su piel, sus ojos verdes lucían apagados por los años, y su larga melena había perdido su color. Entonces se enfrentó cara a cara con el  Oscuro que durante tanto tiempo había evitado, y se dejó atrapar por él.

Ese mismo día, Philomena y la Muerte emprendieron su camino hacia el desfiladero.
    

Angie


Este es mi relato para el Proyecto Dos Ceros de Reivindicando Blogger, que consiste en elegir una frase de las propuestas y crear un drabble (lo que biene a ser un relato de entre 100 y 499 palabras) con ella. Yo elegí la resaltada al principio del texto. Espero que os guste y que también disfrutéis de los drabbles de mis compañeros. 


lunes, 27 de julio de 2015

El Maldito


No recordaba cómo había llegado a aquella posada. El camino lo habían creado sus pies, con el único fin en su mente de alejase de todo. Paradójico, él quería estar solo, e involuntariamente terminaba sumergiéndose en la civilización. Como una presa que no puede evitar caer en la trampa, a pesar de que siente el peligro cerca; más paradojas, puesto que también era el más grande de los cazadores.

Nadie reparaba en él en aquel antro de mala muerte. Empapado por la lluvia y cubierto con una capa robada pasaba desapercibido entre el tumulto, para todos menos para ella. La morena descendía por la escalera como una llamarada de fuego acaparando su atención. Lo hipnotizaba con su cuerpo. Llamándolo, invitándolo a que se acercara. Y lo hizo; dejó que le hiciera creer que podía borrar el reguero de sangre inocente que manchaba sus manos. Ella sonrió victoriosa y lo envolvió como una droga.

Una Diosa que lo arrastró a su cama y lo despojó de su alma. Su encuentro no fue hermoso ni tierno, sino sucio y desesperado. Ella acariciaba su cuerpo hasta llevarlo a la locura, hasta que lo único en lo que podía pensar era en sus manos recorriéndolo, memorizándolo. Ella le dejó creer que tenía el control y lo devoró. Consumido por la impaciencia, se volvió severo. Sus caricias se volvieron toscas y rudas; egoístas. Buscando sólo su placer, pero ella parecía prenderse todavía más en respuesta, y no era suficiente para ninguno. Él desgarró sus ropas y ella arañó su piel, marcándolo y pidiendo más. Comenzó a recorrer su cuello con besos, pero ella no le permitió ser delicado, le hizo perder el control, hasta que hincó sus colmillos y brotó sangre de los orificios. Pero cuanto más brutal era la entrega más intenso era el placer. Más tarde, no recordaría los detalles escabrosos de aquella noche lujuriosa, pero en su mente quedaría grabado el haberle clavado las garras en la espalda mientras se hundía con toda su fuerza en ella, y el agónico placer del clímax que los había arrastrado como una tormenta.

Ahora ella no estaba. Aunque estaba seguro de que la morena de larga melena lacia, había sobrevivido a su encuentro, se sentía confuso. Incluso perdido y sus sentidos cada vez más agudos no hacían más que aturdirlo. La rabia lo aprisionó y destruyó la cama, tras la cama fueron uno a uno todos los muebles de la habitación. Estaba descontrolado. La bestia que había estado encerrada en su interior, ahora era libre, y estaba empezando a tomar el control de su raciocinio. 

Él tenía que evitarlo a toda costa, aún tenía que salvar el alma de Tarah. Inquieto por la ansiedad, se sentó entre los escombros y empezó a balancearse. Se frotó la cabeza buscando calmarse y se esforzó por encontrar algo que le devolviese la cordura. Se dio cuenta entonces de que no recordaba su nombre. Horrorizado, pasó sentado horas cavilando sobre cuál sería, y aunque no lo recordó, de alguna manera consiguió tranquilizarse.

Decidió marcharse de allí cuanto antes, y no cesó en su empeño por recordar su nombre. La pérdida de la identidad era un riesgo que corrían todos los que eran como él. Debía evitarlo a como diese lugar, si quería llegar a la Cueva de las Ánimas. 

Al llegar a la colina más alejada de la posada se atrevió meter la mano en el bolsillo de su pantalón, en busca del frasco de cristal dónde reposaba el alma de Tarah. Entonces perdió el color, sintiendo una fuerte punzada en su marchito corazón, deteniendo el tiempo por un fugaz instante. Hasta que la bestia despertó de nuevo, más feroz que nunca. El rugido que surgió de su garganta traspasó todo el valle, y los animales se apresuraron a esconderse.
                                                                          
La mujer que él había confundido con su ángel de la misericordia, que lo había traído de vuelta a la cordura, era una ladrona. Furioso, como no recordaba haber estado nunca, comprendió que su misteriosa morena era una de las brujas recolectadoras de almas puras. Eran peores que los carroñeros y los cazarrecompensas. Nadie sabía para qué las querían, pero lo cierto era que esas criaturas nunca traían nada bueno. Por culpa del aturdimiento, había sido engañado y le habían robado lo único que todavía tenía importancia para él. Se odió a sí mismo con todas sus fuerzas. Pero más la odió a ella. Esa bruja se arrepentiría de haberse cruzado en su camino.




Angie


#ElCementerioDeLoFantástico:

Primera Parte del relato: Apertura - Por Emily Broken Rose

También podéis leer las respuestas de mis hermanos cuervos en este proyecto, las encontraréis aquí:

El Iniciado - Por Victoria Prince

Desmentiras - Por The Crazy Winter

Ha este fragmento del relato responderá Victoria Prince. Próximamente podréis encontrar la continuación en su blog.