No recordaba cómo había llegado a aquella posada. El camino lo habían creado sus pies, con el único fin en su mente de alejase de
todo. Paradójico, él quería estar solo, e
involuntariamente terminaba sumergiéndose en la civilización. Como una presa que no
puede evitar caer en la trampa, a pesar de que siente el peligro cerca; más
paradojas, puesto que también era el más grande de los cazadores.
Nadie reparaba en él en aquel antro de mala
muerte. Empapado por la lluvia y cubierto con una capa robada pasaba
desapercibido entre el tumulto, para todos menos para ella. La
morena descendía por la escalera como una llamarada de fuego acaparando su
atención. Lo hipnotizaba con su cuerpo. Llamándolo, invitándolo a que se
acercara. Y lo hizo; dejó que le hiciera creer que podía borrar el
reguero de sangre inocente que manchaba sus manos. Ella sonrió
victoriosa y lo envolvió como una droga.
Una Diosa que lo arrastró a su cama y lo
despojó de su alma. Su encuentro no fue hermoso ni tierno, sino
sucio y desesperado. Ella acariciaba su cuerpo hasta llevarlo a la locura,
hasta que lo único en lo que podía pensar era en sus manos recorriéndolo,
memorizándolo. Ella le dejó creer que tenía el control y lo
devoró. Consumido por la impaciencia, se volvió severo. Sus caricias se
volvieron toscas y rudas; egoístas. Buscando sólo su placer, pero ella parecía
prenderse todavía más en respuesta, y no era suficiente para ninguno. Él
desgarró sus ropas y ella arañó su piel, marcándolo y pidiendo más. Comenzó a
recorrer su cuello con besos, pero ella no le permitió ser delicado, le
hizo perder el control, hasta que hincó sus colmillos y brotó sangre de los orificios. Pero cuanto más brutal era la entrega más intenso era el placer.
Más tarde, no recordaría los detalles escabrosos de aquella noche
lujuriosa, pero en su mente quedaría grabado el haberle clavado
las garras en la espalda mientras se hundía con toda su fuerza en
ella, y el agónico placer del clímax que los había arrastrado como una
tormenta.
Ahora ella no estaba. Aunque estaba seguro de que
la morena de larga melena lacia, había sobrevivido a su encuentro, se
sentía confuso. Incluso perdido y sus sentidos cada vez más agudos no hacían
más que aturdirlo. La rabia lo aprisionó y destruyó la cama, tras la cama
fueron uno a uno todos los muebles de la habitación. Estaba descontrolado. La
bestia que había estado encerrada en su interior, ahora era libre, y estaba
empezando a tomar el control de su raciocinio.
Él tenía que evitarlo a toda costa, aún tenía que
salvar el alma de Tarah. Inquieto por la ansiedad, se sentó entre los
escombros y empezó a balancearse. Se frotó la cabeza buscando calmarse y se esforzó por encontrar algo que le devolviese la cordura. Se dio cuenta entonces
de que no recordaba su nombre. Horrorizado, pasó sentado horas cavilando
sobre cuál sería, y aunque no lo recordó, de alguna manera consiguió tranquilizarse.
Decidió marcharse de allí cuanto antes, y no cesó
en su empeño por recordar su nombre. La pérdida de la identidad era
un riesgo que corrían todos los que eran como
él. Debía evitarlo a como diese lugar, si quería llegar a la Cueva de las Ánimas.
Al llegar a la colina más alejada de la posada se
atrevió meter la mano en el bolsillo de su pantalón, en busca del frasco de
cristal dónde reposaba el alma de Tarah. Entonces perdió el color, sintiendo una fuerte punzada en su marchito corazón, deteniendo el tiempo por un fugaz instante. Hasta que la bestia
despertó de nuevo, más feroz que nunca. El rugido que surgió de su
garganta traspasó todo el valle, y los animales se apresuraron a esconderse.
La mujer que él había confundido con su ángel de
la misericordia, que lo había traído de vuelta a la cordura, era una ladrona.
Furioso, como no recordaba haber estado nunca, comprendió que su misteriosa
morena era una de las brujas recolectadoras de almas puras. Eran
peores que los carroñeros y los cazarrecompensas. Nadie sabía para qué las querían,
pero lo cierto era que esas criaturas nunca traían nada bueno. Por culpa
del aturdimiento, había sido engañado y le habían robado lo único que todavía tenía importancia para él. Se odió a sí mismo con todas sus fuerzas. Pero más la odió a
ella. Esa bruja se arrepentiría de haberse cruzado en su camino.
Angie
#ElCementerioDeLoFantástico:
Primera Parte del relato: Apertura - Por Emily Broken Rose
También podéis leer las respuestas de mis hermanos cuervos en este proyecto, las encontraréis aquí:
El Iniciado - Por Victoria Prince
Desmentiras - Por The Crazy Winter
Ha este fragmento del relato responderá Victoria Prince. Próximamente podréis encontrar la continuación en su blog.
Me ha encantado el enfoque que le has dado al relato, y creo que me lo dejas bastante difícil para contestar ;) No sé si sabré llevarlo tan bien como tú. Lo que sí, ¡espero no defraudarte!
ResponderEliminarUn saludo, Vic desde smoking-crayons.blogpost.com.es
:O Pues la intención era dejarlo fácil :S
EliminarBueno me alegro mucho de que te haya gustado, y tranquila mujer que con lo bien que se te da escribir, fijo que lo dejas tres veces mejor^^
Muchos besitos
Angie
Un relato increible, jamas me hubiera imaginado esa continuación. Y desde luego, se lo has dejado complicado a Vic, pero seguro que tambien lo borda!
ResponderEliminarUn saludo!
Gracias^^ Me hace feliz haberte sorprendido :) Y no me cabe duda de que Vic lo bordará ;)
EliminarUn saludo!
Angie
Devastador, mi querida Angie. Deliciosamente salvaje, erótico y brutal. Como siempre, lo tuyo es ir directa al sistema nervioso del lector. Mi más sincera enhorabuena.
ResponderEliminarUn frío beso de mamá cuervo,
Emily
Muchas Gracias^^ Es que yo soy así, me gustan los sistemas nerviosos e.e ya sabes soy de ciencias ;P
EliminarJoo me alegra mucho que os haya gustado a todos, me preocupaba mucho no dar la talla... pero ahora estoy muy contenta ^^
Un besote
Angie